Dot: 57 - Finlandia

Para a Dot 57, Sergio escribiu, ao parecer, desde Finlandia. Escribiu moito e o meu debuxo minguou para facerlle sitio. Pero é o que ten que ser e, ás veces, as cousas vense mellor despois de minguar.

Coma sempre, podedes ver a revista en Issu aquí, podedes vela en papel nos moitos sitios nos que está dipoñible e podedes rebuscar máis na súa web.



Este é o texto de Sergio:

 «Decidí hacer las maletas y me establecí en Finlandia, más por desarraigo que por valentía. La gente decía que era la peor época de suicidios que se recordaba. Allí me desplazaba con grandes zancadas, de tal manera que mi vida se acabo partiendo en dos: el origen y el destino. Por la mañana, muy temprano, empezaba a trabajar. Me desplazaba desde mi casa, en las afueras, a mi lugar de trabajo, un poco más allá, como una figura traslúcida, incompleta, con carencias dispares e imprevisibles según el día, de tal modo que en ocasiones llegaba a la oficina sin un brazo, la nariz o la cabeza. Una vez terminada mi jornada iba agarrándome a las farolas hasta mi casa donde, tras una frugal comida, mi sombra llenaba mi pequeño hogar. Leía, hundido en el sofá, alguno de los libros a los que yo, agradecido, permitía estrechar las paredes. Haciendo memoria, eran siempre mis casas nada más que humildes cobijos para los libros. Y así, leyendo, permanecía muchas más horas de las debidas. Una de esas frecuentes noches de insomnio reparé en una luz que, en la distancia, semejaba el primer indicio de que mi ventana, ese eterno cuadro negro, comenzaba a perder su color. La noche que descubrí que se trataba de una luz prendida en alguna casa lejana, no pude dormir. Entonces mi vida dio un giro. En los fines de semana organicé numerosas excursiones alrededor de la zona en la que, según mis cálculos, ubicaba la casa de la chica que tampoco podía dormir. Jamás encontré nada, pero comencé a adelgazar y a perder dientes. Durante el día era cualquier intento de conversación, por trivial que pareciese, una empinada cuesta, un pedregoso camino, que llevaba a ninguna parte. De noche, concentrarme en mis novelas se me antojaba tan difícil como vivir ajeno a las estaciones del año. Entonces comencé a leer el diario, del día y de días anteriores, a la luz de aquella casa inaccesible, de los farolillos de fiesta que provenían de alguna parte. La gente seguía muriendo, decía la prensa. Y pocos meses después ya era el único habitante de Finlandia.»

Feliz semana!

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